A veces escribo para distraerme, otras veces sólo para concentrarme en escribir. Normalmente me duele empezar y cuando lo consigo no hay como detenerme. En sí soy adicta a escribir. La literatura para mí es un frenesí, sin ella sufro más de lo que sufro por ella. Porque todo lo que realmente amas, duele. Por eso me dueles tú. Porque te amo.

domingo, 22 de julio de 2012

Noche Divina

Dieciseis de Noviembre, 2011.


¿Qué celebrábamos? No importa. ¿Por qué celebrábamos? Seguramente por el siempre hecho de estar vivos. ¿Quiénes celebrábamos? En realidad, éramos un montón de gente bebiendo y riendo, olvidándose de sus penas y siendo felices aunque fuera tan solo por una noche. Pues, al final, ¿qué es mejor que una noche de amor y fantasía? Lo único que se me ocurre es que esa fantasía se vuelva realidad.

La forma en que pasó todo fue lo más mágico. Lo recuerdo muy bien a pesar de que no puedo describir cada detalle por el exceso de alcohol en mis venas y, supongo, también en las de él. Me abrazó, lo miré a los ojos, lo solté y me fui. Suena simple e irrelevante, pero nunca se debe tomar por sentado el valor de una caricia. Entonces, cuando sus brazos rozaron los míos sentí como se vaciaban mis pulmones y, no miento, me costó trabajo respirar. Cuando nos soltamos sentí que perdí una gran parte de mi esencia. Tal vez suene exagerado y hasta voluble pero al alejarme de él me di cuenta de lo mucho que significaría en mi vida si no lo desaparecía para siempre de ella.

Por supuesto que no lo logré, ni siquiera tuve el valor de intentarlo. José, el sujeto en cuestión, ya se estaba volviendo inolvidable.



Pasé la noche de maravilla sin cruzarme ni un momento con su mirada. Es más, llegué a pensar que podía estar bien sin él para siempre. Bebí hasta perder un poco el pudor; normalmente este acto diabólico - como lo suelen llamar mis padres - me apena hasta más no poder, sin embargo esta ocasión fue diferente, yo sabía que nadie se iba a acordar al día siguiente de lo que había pasado la noche anterior, o sea, en la peda. Grave error, yo lo recordé todo.

Durante un lapso de entre media hora a una hora entera me vi recargada en su pecho o él en el mío, mientras nos acariciábamos el pelo, yo con tanto cariño y él con tanto cuidado que por un momento creí que nada podía ser mejor que ese momento. Tal vez adivinaste, me volví a equivocar y, cuando menos lo esperaba, sentí sus labios al tocar los míos. Aún puedo sentir su sabor en mi boca y aún puedo percibir el perfume de su piel en el ambiente.

El beso fue tan apasionado, tan letal, que si hubiera estado completamente enamorada me perdía. Y fue sólo eso, un beso, pero comenzó una aventura maravillosa en nuestras vidas. Marcó huellas imborrables y sacrificó recuerdos e ideas inalcanzables. Para mí ese beso fue EL BESO. Y daría lo que fuera por volver a vivir el momento, por volver a despertar al otro día a las siete de la mañana y lo primero que vea sea su cuerpo acostado junto al mío.

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