A veces escribo para distraerme, otras veces sólo para concentrarme en escribir. Normalmente me duele empezar y cuando lo consigo no hay como detenerme. En sí soy adicta a escribir. La literatura para mí es un frenesí, sin ella sufro más de lo que sufro por ella. Porque todo lo que realmente amas, duele. Por eso me dueles tú. Porque te amo.

lunes, 8 de octubre de 2012

Je vis pour elle

¿Cuándo fue que me enamoré de ti? ¿Habrá sido aquel momento en que acaricié tu pelo por vez primera? Qué hubiera sido de mi sin tu pelo. Y no es que fuera especial, de hecho, era común y corriente, pero era tuyo. Creo que lo extraño más que a ti. Aún recuerdo el día en que tuviste el impulso falto de cordura de cambiar tu cabello de una melena greñuda y alborotada a un peinado corto, lacio y ordenado. Ahí me di cuenta que tal vez no estaba enamorada de ti, sino de tu pelo.

¿O habrá sido el día en que rozamos nuestras manos con una torpeza tan tierna que nos hizo perder la lucidez del momento y del lugar? Recuerdo haber estado en clase a tu lado, tú no hablabas, siempre estabas callado. Sin embargo, ese día te sentí diferente, tal vez porque fue el primer día en que te sentí realmente. Opté por reírme en silencio de tu dulzura cuando te acercaste y me dijiste “la maestra me odia por tu culpa”, entonces ella se acercó y te echó en cara que estabas interrumpiendo su clase y tú, con una mirada triste y desesperada, me dijiste que era por mi que te había regañado frente a todos. Entonces yo te tomé de la mano, en realidad fue sólo mi dedo meñique entrelazado con el tuyo. Lo importante fue que no me soltaste y que sonreíste al sentirme ahí, a tu lado, mi piel contra la tuya. Esa tarde yo gané porque te hice mío para siempre.

Aunque, pensándolo bien, no fue ese día cuando me enamoré de ti, pero sí supe que te querría como a nadie y para siempre. Tal vez me equivoqué con lo último, pero te aseguro, entiéndelo bien, que nunca he querido a nadie como te quise a ti. Nunca.

Si ese no fue el día entonces, puede ser que haya ocurrido una noche en que me acariciaste el abdomen y sentiste esas cicatrices. Pensé que te enojaría el hecho de mi inmadurez y enferma acción de tomar un cutter y hacerme una cruz en el abdomen. Esperaba, justamente, que te decepcionaras de mí por ser tan tonta y obsesiva. Me preguntaste ¿por qué aquí? Y supiste, sin que yo te dijera, que me sentía gorda y fea. Me besaste la frente, pasaste tu dedo índice por mis heridas, me miraste a los ojos y me besaste la boca. Te abracé y luego me quedé dormida entre tus brazos. Y sí, creo firmemente que fue en ese momento, con todo y la incomodidad del tiempo, que me di cuenta que realmente te amaba. Fue en ese instante, en que cerré los ojos, que tú ganaste porque me hiciste tuya. Si no fue para siempre, al menos, por un largo rato. Al final, ambos perdimos. En un abrir y cerrar de ojos ya no estabas aquí.

Volviendo al pasado he llegado a concluir que no fuiste tú quien se alejó de mi. Nada en esta vida existe para prevalecer infinitamente. Yo no vine a este mundo a cambiarte ni tú viniste a convertirme en la mejor persona que podría llegar a ser. No, desde la primera vez que te vi supe que si entrabas a mi vida te ibas a ir tan rápido como llegaste y, aún así, quise arriesgarme a perderlo todo estando a tu lado. Justo así fue como pasó. Quiero hacerte entender, más que nada, que si no estamos juntos no es por ti. Y que si no me morí cuando te fuiste, tampoco es gracias a ti. Sólo que pocas cosas me han dolido más que tu ausencia y yo creo que la única razón es que dejé todo por estar a tu lado.

No quisiera sonar cursi y enamorada porque ni lo soy ni lo estoy, de todas formas debes saberlo, cuando decidiste buscar otro camino lejos de mi pecho cada noche junto a ti yo también tomé una decisión muy severa. El día que me dijiste adiós me juré, por el amor que te tuve, que jamás volvería a mirar atrás y eso que yo sabía que tu seguiste ahí por mucho tiempo esperando a volverme a ver sonreír. Con cada paso que daba lejos de ti tenía la esperanza de encontrarte en el camino. Sigo pensando que si la Tierra es realmente redonda nos volveremos a encontrar a la mitad del camino. No importa hacia donde vayas siempre y cuando sigas pensando en mí.

Luego, hay noches como ésta en las que recuerdo cómo las promesas terminan volviéndose mentiras con el tiempo. Como al prometerte que te esperaría hasta la muerte me mentí a mi misma y terminé por lastimarte, tal vez queriendo. Después pienso que tú sólo fuiste el objeto del deseo de nuestra época y que si te amé no fue por ti sino por el simple hecho de amar a alguien. Pienso que lo único real fue el amor y no importaba a quién sino cómo. De verdad, es irrelevante que te haya amado a ti, lo que realmente importa es cómo fue que te amé por tanto tiempo. Creo firmemente que, hubieras sido tú o hubiera sido otro, yo lograría sentir el mismo amor por cualquiera. Es claro que ya no, lo que te di ahora es tuyo, ya no es mío. Entonces, por eso pienso de nuevo en que cuando te fuiste me quedé vacía porque te di todo y me quedé con una lágrima que tú derramaste y un beso de despedida que me robaste. Y bien sabemos ambos que las lágrimas se secan y los besos no duran para siempre. Sin embargo, cuando te fuiste me enseñaste que lo perdido se recupera en otras cosas y por otros lados. Por eso todo el amor que te llevaste lo encontré con él y con el otro y con aquel otro. Al final entendí que más que vivir por ti viví por ellos. Tú no eres la razón por la que no me maté cuando no estabas. En parte, si sigo viva, es por ella.

Una vez Bocelli lo cantó, a todo pulmón y sin ojos. “Vivo por ella”. Pero no, amor, yo no hablo de la música. ¿Qué será de ti sin ella? Si hablamos de verdaderos amores entonces yo no soy nadie para ti. Dices haberme amado como sólo a una persona amarás. Pero el verdadero amor no es a alguien sino a algo. ¿Creíste, sinceramente, que al escucharme cantar estabas amándome a mi y no a tu música? Perfectamente bien sabes que no. No estamos en este lugar para decirnos que viviremos por algún mortal que ni siquiera le dará un giro a nuestras realidades. Y como te decía antes, yo no vine aquí a hacerte el hombre más feliz del mundo ni tú viniste aquí a hacerme sentir la más afortunada. Estamos aquí de paso y para buscar permanecer intactos en memorias y recuerdos. Quisiera morir joven y ser inolvidable al igual que tú y me consta. Por eso tú compones y yo escribo. Finalmente entendí que la verdadera razón por la que me enamoré de ti no fue por tu peculiar mirada sino porque inventaste en ti esa pasión que yo vivo día con día cuando tomo una hoja de papel vacía y comienzo a escribir cuánto la amo, a la literatura.

Julio 13, 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario