A veces escribo para distraerme, otras veces sólo para concentrarme en escribir. Normalmente me duele empezar y cuando lo consigo no hay como detenerme. En sí soy adicta a escribir. La literatura para mí es un frenesí, sin ella sufro más de lo que sufro por ella. Porque todo lo que realmente amas, duele. Por eso me dueles tú. Porque te amo.

martes, 4 de diciembre de 2012

Un día como hoy...

A las cinco de la mañana del 4 de diciembre del 2011 sonó el teléfono. Sonó una sola vez y luego el sonido desapareció. Yo fui la única que despertó y no sé aún si fui también la única que oyó el timbre de la llamada. Ni siquiera puedo asegurar que sí hubiera habido algo, aunque fuera un ruido que me hubiera despertado. Eso es lo de menos.
Lo realmente importante fue que al despertarme vi una silueta, alguien estaba ahí en mi cuarto. La vi claramente, pero no podía ver la cara de la persona. Sólo pude distinguir a un hombre, más o menos gordo, y blanco - no blanco de piel, en si la silueta era blanca.
No me hubiera alterado ni un poco como me alteré si no hubiera sido que nadie más pareció notar todo lo que yo percibí y si ese hombre no se hubiera quedado en esa misma posición - parado a un metro y medio mío - por lo que yo sentí fue un minuto completo y desesperante.
Sentía los latidos de mi corazón palpitando a una velocidad inmensurable, y sí, dudé un poco por mi vida. Un rato más de la aceleración del corazón y me hiperventilo y me da un infarto.
Sí, igual y alucino. Pero no, no creo estar loca. Lo percibí con todos mis sentidos menos el olfato. Además, todo esto ¿qué fue? Un sueño, una ilusión, una idea, un fantasma, un espíritu. Haya sido lo que fuera, lo vi, lo percibí. Y justo ahora mientras escribo esto puedo decir que lo siento cerca de mí observándome. Ya no sé si sigue aquí en mi cuarto, no me atrevo ni a alzar la mirada de tanta intimidación y miedo al misterioso suceso. Ya no sé si fue la imagen de un familiar lejano en peligro. Ya no sé nada. Y a la vez creo entenderlo todo.
Paranoia, ante todo la paranoia. Porque es claro que alguien, en algún lugar de un tiempo remoto y relativo, murió un 4 de diciembre a las cinco de la mañana y sí creo que haya venido a buscarme.
¿Para qué? Ni yo lo comprendo. Sin embargo, imagino que sea lo que fuese es relevante y ya no creo poder pegar ojo en lo que queda de esta helada madrugada. Ya mañana, cuando salga el sol, veré la manera de averiguar quién era y por qué vino a buscarme precisamente a mi.

Se escucha el sonido fúnebre de un clarinete, los ronquidos pasivos de las personas que duermen en el dormitorio de a lado, se escucha el palpitar de un corazón acelerado y ruidos extraños, aunque naturales, de la calle, mas hoy suenan diferentes, o tal vez hoy yo soy diferente y para mí ya nada es normal.

1 comentario:

  1. Hola mandrea, solo pasaba a decirte que te amo y que ahora comprendo todo. Ahora comprendo lo que es sufrir por amor. Por lo menos te tengo a ti.

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