A veces escribo para distraerme, otras veces sólo para concentrarme en escribir. Normalmente me duele empezar y cuando lo consigo no hay como detenerme. En sí soy adicta a escribir. La literatura para mí es un frenesí, sin ella sufro más de lo que sufro por ella. Porque todo lo que realmente amas, duele. Por eso me dueles tú. Porque te amo.

jueves, 10 de enero de 2013

El mar.

Detrás de las olas se esconden múltiples recuerdos. Una de ellas grita tu nombre mientras la luna me recuerda el brillo de tus ojos y las lágrimas que caían al bostezar. Estábamos cansados y despiadados. Así que decidimos descansar. Me rozaste el brazo con tu muñeca. Gentilmente y rogando que yo no notara tu tacto. Imposible no sentir algo tan relevante. Millones de escalofríos bajo esa cortina de piel que envuelve cada parte de la anatomía de tu cuerpo. Creo que ya no podré vivir sin ti. Me he vuelto acreedora de tus palabras. Por favor, no te vayas. Por favor, quédate. Te ruego mientras duermes como sí pudieras leerme el pensamiento. Tal vez nunca debí decirte adiós. Tal vez jamás debiste irte sin al menos pedirme que me quedara una última vez.

En fin, la luna está ahí y me pide que te busque. ¿Y si te encuentro? En ese caso serás mío y seré tuya. Acostada en la arena decido emprender la búsqueda. Me levanté y vi al fondo del horizonte una isla desierta. Estaba amaneciendo de aquel lado. Aquí aún estaba oscuro y casi no podía ver ni en donde estaba recargada. Tomé un puñado de arena, descifre la orientación del viento y zarpé el barco hacia aquella dirección. Hacia la tierra prometida.

Ni los vientos más fuertes me detuvieron. Navegué por meses enteros sólo para encontrarte. Pensando que al verte frente a mi olvidaría todo el dolor que sentí al despertar y no encontrarte.



La noche en que arribé te busqué en toda la isla sin descansar ni para comer ni para dormir. Estuve a punto de desmayarme de la ansiedad. Casi me torturo por haber perdido el tiempo. Y, cuando me di por vencida, te encontré. Sentado del otro lado del barco. Siempre acompañándome y nunca te vi. No me di cuenta que eras el timón. Nunca noté que tú me estabas guiando.

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