A veces escribo para distraerme, otras veces sólo para concentrarme en escribir. Normalmente me duele empezar y cuando lo consigo no hay como detenerme. En sí soy adicta a escribir. La literatura para mí es un frenesí, sin ella sufro más de lo que sufro por ella. Porque todo lo que realmente amas, duele. Por eso me dueles tú. Porque te amo.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Llévame a casa

Estoy segura que nunca nada se comparará a la forma en que me mirabas antes de irte. Como si tus entrañas estuvieran encadenadas a mi pecho. Tenías que alejarte de mí pero no querías y sabías que al llegar la noche tendrías que hacerlo. Llegué a pensar que con el tiempo resultaría menos doloroso verte partir, pues la primera vez fue tan sólo una de muchas; sin embargo, se volvió algo infinitamente doloroso. Aún me lastima tan solo recordar tu sombra, proyectada por la luz del faro, alejándose de las puntas de mis dedos. Y, estando ahí, parada en la entrada de mi casa, jamás llegué a pensar que tu partida sería definitiva. Siempre me imaginé que, aunque te fueras por la noche, en la mañana volverías a estar aquí y, no fue hasta después que comprendí que iba a perderte y que a ti ya no te dolía dejarme intrigada preguntando si te encontraría al otro día.

Una madrugada desperté y entendí que nunca ibas a volver. Sabía que vendrías pero tú ya no serías mío. Desperté sufriendo por la imagen de tu cabello moviéndose con el aire mientras emprendías un viaje opuesto al mío. Esa noche pensé que volverías y, aunque lo hiciste, nunca recuperé el pedacito de vida que te llevaste contigo. Ese pedacito de vida que yo aún creía que valía la pena para seguir adelante. Te llevaste toda esperanza de reencontrarme en el amor que perdí contigo. Saberte mío me daba fuerza y saberme tuya me daba confianza para sentir que era suficiente, para sentirme bien conmigo misma.

Sin embargo, aquí sigo. El mundo gira y yo sigo girando con él. Hay veces que se me escapa el tiempo de las manos. Otras veces hasta me sobra. Pero nunca falta el día en que piense en tí como algo que tuve y dejé ir. Fuiste como un destello de luz en la neblina. Desapareciste como las olas del mar borraron nuestros nombres de la arena. Y, a pesar de los años, te sigo queriendo. Y, a pesar de la distancia, sigo creyendo que si sigues caminando al lado opuesto llegará el día en que me vuelvas a encontrar en el mismo lugar donde me dejaste aquella noche que te fuiste sin mirar atrás.

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